lunes, 2 de febrero de 2009

"Y estaba sujeto a ellos" -día 4 de los Ejercicios.



Nazareth es otro misterio, sin el cual nuestra propia vida humana se empequeñece, hiere, se quiebra. Un misterio que ayuda a comprendernos a nosotros mismos. Dice Lucas que el doceañero Jesús se quedó por las suyas en el templo, en Jerusalén, mientras su mamá y su papá lo buscaban angustiados. Y que se sorprendió de esa ansiosa búsqueda, porque "¿no saben que tengo que estar en las cosas -la casa- de mi Padre?".

Una respuesta casi insolente. Pero enseguida después dice Lucas que Jesús volvió con ellos a Nazareth "y les estaba sujeto".

Difícil comprender esto de que Jesús "les estaba sujeto". Y que eso era felicidad, era amor, era libertad y familia. Difícil para nuestra mentalidad actual.

Por un lado sólo queremos alas para volar, nada que nos ate, hacer la mía en cada momento, ningún compromiso, y si tengo que asumirlos son siempre un estorbo, una carga.
Por otro lado buscamos crispada, ansiosamente la seguridad: estamos llenos de llaves, de cinturones de seguridad, de contraseñas y pins de las contraseñas, de guardias, de sigilos.

Pero hay una ecuación que no falla:
VIDA=amor+sujeción+libertad
Estos tres son una Trinidad de inestable equilibrio, secreto de toda felicidad. Es que no podemos amar sin vincularnos. Aunque tendemos a rechazar los vínculos, o a echarles la culpa de toda herida, o a romperlos con una facilidad pasmosa.
Pero el amor y la libertad piden sujeción de unos con otros; ¿quién más sujeta que una mamá? ¿o un papá que cuida de su familia? Cuando esto es expresión de amor, libera y hace felices.
Señor, librános de la tentación de romper nuestros vínculos caprichosamente. Danos la gracia de disfrutar libremente de las sujeciones que vivimos en el amor. La sujeción verifica el amor; la libertad garantiza el amor, el amor se amasa siempre en la sujeción libre y que libera.

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