martes, 3 de febrero de 2009

Día 5. Conocer el don de Dios y dejarnos conocer



Jesús sale al encuentro de una mujer con una vida complicada: la samaritana. Al borde del aljibe, le pide de beber. Otra vez el pozo, el manantial, el agua. Jesús mira al fondo del corazón de la mujer. Ve su verdad: pero toda su verdad: el pecado y la gracia; y sabe que la gracia es siempre más grande que el pecado. Y cuando ella se atreve a mirar, se encuentra allí con el Rostro, con el Salvador: entonces sí que se reconoce a sí misma al Reconocerlo

De esta agua sí que quiero beber. Jesús la ha reconocido en su dignidad de hermana. La excluída ahora es parte, el vínculo ha sido recreado. Allí empieza su camino de liberación: porque esta agua podrá, desde Jesús, hacerse fuente en su mismo pequeño corazón.

La samaritana, entonces, empieza a extender la fraternidad, a incluir, a buscar a los de su pueblo. Y anunciarles La Esperanza: Dios nos ha dado de beber a su Hijo, nuestro compañero y salvador.
"Si conocieras el don de Dios..."
"Señor, dame de esa agua, y que no tenga ya más sed"
"El que beba del agua que yo le dé,
no volverá a tener sed,
porque esa agua, regalo mío y del Padre,
se convertirá en tu corazón
en manantial de agua que brota para vida eterna;
de agua que podrás dar los sedientos
y que los hará hermanos;
de agua que será ánimo y esperanza
abundantes: esperanza que no defrauda"

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